Entre la Ciudad de México y Oaxaca hay 480 kilómetros de distancia pero un mar de diferencias. La capital del estado de Oaxaca no solo es una de las ciudades más bonitas del país, sino también un remanso de paz, un vibrante centro cultural, un tesoro gastronómico y una ventana al México más apetecible para los sentidos y el intelecto.
Oaxaca es una ciudad que cambia constantemente y pide a gritos ser visitada más de una vez. Su lejana cercanía con la Ciudad de México representa el pretexto idóneo para convertirla en un inmejorable destino de fin de semana. Y su mágica transformación desde los disturbios magisteriales que convulsionaron su corazón en el 2006, que incluye una antojadiza lista de nuevos hoteles, restaurantes, galerías de arte y mezcalerías, la posiciona en un lugar privilegiado para los sibaritas expertos en busca de una escapada fugaz y reconfortante. Oaxaca, en primavera, verano, otoño e invierno, es la ciudad perfecta para visitar porque siempre tiene algo nuevo por descubrir.
Oaxaca nació alrededor del año 900 a. C., aunque la presencia del hombre en sus suelos data de un par de siglos antes. Floreció bajo el dominio zapoteco de Monte Albán y continuó, próspera, con el reinado mixteco en Mitla. En náhuatl su nombre significa “en la punta de los guajes” y fue otorgado por los conquistadores mexicas en el siglo XV debido a la abundancia de dicha planta en sus valles centrales. Cuando los españoles llegaron un siglo después, sin embargo, la ciudad se convirtió en Antequera, centro desde el cual los frailes dominicos se dieron a la ardua tarea de evangelizar a sus numerosas etnias y edificaron en cada uno de sus encantadores pueblos sendas iglesias y conventos de excelsa factura colonial.
Para el siglo XIX, a la par de la Independencia, Oaxaca retomó su nombre de origen náhuatl. En Oaxaca nacieron algunos de los hombres más importantes en la historia del país como Benito Juárez, Porfirio Díaz y Rufino Tamayo.
Hoy, en los albores del siglo XXI, Oaxaca es un sinónimo del sincretismo y la multiculturalidad que caracterizan el alma mexicana, y representa un ejemplo vivo de la riqueza nacional. Pueblan el estado zapotecos, mixtecos, triquis, mazatecos, chochos, ixcatecos y mixes, lo mismo que europeos o libaneses. El universo oaxaqueño está formado por numerosas influencias que para la fortuna del visitante moderno se reflejan en su cocina, arte y arquitectura de vanguardia, deliciosamente mezcladas con un refrescante toque tradicional y un entorno natural excepcional.
Llegar a Oaxaca no es nada complicado. El pequeño aeropuerto de la ciudad, situado a menos de 10 kilómetros de su centro histórico, cuenta con un buen puente aéreo a y desde la Ciudad de México en el que participa una gran variedad de aerolíneas. También cuenta con un hangar equipado para aviones y avionetas privados.
Si no viajas por avión, la autopista que conecta la Ciudad de México con Oaxaca se puede recorrer en aproximadamente cinco horas, pasando por la ciudad de Puebla y la reserva de la biósfera Tehuacán-Cuicatlán (con más de 450 mil hectáreas de extensión y una colección impresionante de plantas xerófitas y mamíferos endémicos), lo que puede ser una interesante opción para quienes dispongan de unos días extra además del fin de semana.
DÍA 1
Al llegar a Oaxaca, idóneamente al mediodía o por la tarde del viernes, se antoja dejar las maletas e ir por algo refrescante como un agua de limón con chía o, aun mejor, un mezcal dulce, a fin de preparar el estómago y la mente para descubrir la Oaxaca atemporal y contemporánea. Para ello, nada como uno de los hoteles del cuadro histórico de la ciudad, en el eje formado por la Plaza de Armas, la Alameda de León y la calle peatonal de Alcalá; ahí encontrarás lo mismo casonas de los siglos XVII y XVIII que antiguos conventos u hostales, todos reconvertidos y adaptados en atractivos hoteles boutique.
Una buena opción es el Azul Oaxaca, situado en la calle de Abasolo, a espaldas del exconvento de Santo Domingo, el cual alberga el Centro Cultural del mismo nombre, así como el jardín etnobotánico de la ciudad. Este atractivo edificio colonial ofrece una docena de habitaciones y suites con elegantes acabados, interiorismo y mobiliario de Héctor Esrawe. Tanto en el lobby como en los patios interiores y en los espacios comunes del intimista hotel hay piezas de arte hechas especialmente para el lugar por destacados nombres de la escena plástica oaxaqueña que incluyen a Francisco Toledo, Rubén Leyva, José Villalobos y Luis Zárate, así como el colectivo Frijol Parado. En su restaurante, Patio, abierto para desayunos y comidas, se sirve un menú que recorre las ocho regiones del estado y deja al paladar experimentado con ganas de repetir. Además, cuenta con una galería en la que se muestran periódicamente las vanguardias más representativas de la escuela oaxaqueña. En el techo, el bar-terraza ofrece una vista inigualable del casco antiguo de la ciudad así como del Cerro del Fortín, con su recién inaugurado auditorio (una atractiva estructura en forma de alcatraz) donde cada mes de julio se celebran las fiestas de la Guelaguetza. Este es el lugar perfecto para refrescar la garganta llegando y tener un primer encuentro visual con la ciudad, entre macetas de seductoras cactáceas pintadas en diferentes tonos de azul.
Hotel Azul Oaxaca
D. Abasolo 313, Centro 68000 Oaxaca México
[icon name=»e-phone»](951) 501-0016
www.hotelazuloaxaca.com
Puedes dedicar el resto del día a recorrer los andadores que dividen el centro de la ciudad, entre la sobria catedral de cantera verde, los jardines y el kiosco de la Alameda y los alrededores de Santo Domingo, sin dejar de lado la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad y la zona de los mercados. En el deambular perdido por los encantadores callejones y plazoletas adoquinadas no dejes de hacer, por ningún motivo, algunas –si no es que muchas– paradas en las tiendas de artesanías y de diseño, así como las dedicadas a los productos locales, tanto gourmet como frescos, esparcidas a diestra y siniestra. Un par de recomendables opciones son la Tienda Q, localizada en pleno centro y que cuenta con una amplia gama de textiles y cerámicas que mezclan ancestrales tradiciones artesanas con los más emocionantes diseños actuales, y el Bazar El Zanate, escondido en la calle de García Vigil, que atesora una interesante oferta de artículos que van desde antigüedades hasta fotografía y muebles de colección.
Bazar el Zanate
D. Calle García Vigil
www.elzanateoaxaca.blogspot.com
Tras la caminata de reconocimiento lo que más apetece es un momento de reposo y nada como los cómodos equipales y bancas de la diminuta pero acogedora mezcalería Los Amantes para hacerlo. Localizada en la calle de Allende, adyacente a Santo Domingo y creada a finales de 2007 por Guillermo Olguín e Ignacio Caballero, Los Amantes se distingue de todas las demás porque no cuenta con un menú específico, sino que ofrece su producción más reciente. Solo trabaja con productores pequeños que garantizan mezcal artesanal, silvestre y orgánico. Para cerrar el día y no abusar de la resistencia del cuerpo, prueba alguna de las fondas que rodean el exconvento y chúpate los dedos con las tlayudas preparadas con asiento y tasajo. Aunque si eres de carrera larga, puedes terminar la noche bailando al son de alguno de los grupos locales que los fines de semana se presentan en el Café Central, toda una institución de la vida nocturna oaxaqueña, quimérica y bohemia, como sus alebrijes.
Mezcalería Los Amantes
D. Allende #107 Centro Histórico
[icon name=»e-phone»](951) 547-2620
www.losamantesmezcaleria.blogspot.com
Café Central
H. Miércoles a Sábado a partir de las 21 hrs.
D. Hidalgo 302 Centro Histórico, Oaxaca, México
www.cafecentraloaxaca.blogspot.com
DÍA 2
El sábado puedes iniciar tu día disfrutando de las cálidas mañanas de la ciudad, con un buen chocolate con churros o conchas en el restaurante de tu hotel antes de emprender camino hacia Yagul. Situadas a poco más de 30 kilómetros de la ciudad, estas cuevas prehistóricas decoradas con numerosas pinturas rupestres y la atractiva zona arqueológica de esta población zapoteca fueron declaradas el año pasado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. El nombramiento vino acompañado de un minucioso plan de rehabilitación que permite al viajero redescubrir uno de los secretos mejor guardados de Oaxaca. A su regreso a la ciudad, no olvide vestir apropiadamente antes de dirigirse a cenar a Casa Oaxaca. El restaurante, adyacente al hotel del mismo nombre y gestionado por el chef Alejandro Ruiz, es sin duda la joya de la corona culinaria oaxaqueña y ofrece un siempre cambiante menú en el que reinventa los clásicos de una de las gastronomías más reconocidas del país.
Casa Oaxaca
D. García Vigil 407
Centro Histórico, Oaxaca, 68000
[icon name=»e-phone»](951) 514-4173
www.casaoaxaca.com.mx
DÍA 3
Tu domingo debe de comenzar en el Mercado Juárez. Puedes almorzar en uno de los muchos puestos de comida que hacen el deleite de propios y extraños. Del mole negro al quesillo no hay elemento de la cocina oaxaqueña que no se encuentre entre las entrenadas manos de las cocineras locales. Al terminar de recorrer el mercado, nada como visitar las galerías de arte de la ciudad, lo mismo la tradicional Quetzalli, en pie desde 1985 y con un acervo que abarca desde Rodolfo Morales hasta Sergio Hernández, que la iconoclasta Manuel García, justo en los portales de la Alameda.
Despídase de Oaxaca con un «hasta pronto», porque siempre habrá razones para volver.
Galería Quetzalli
D. Constitución 10-1, Centro Histórico,
Oaxaca
[icon name=»e-phone»](951) 5142-606
www.galeriaquetzalli.com
Fuente: Hotbook