Uno de los dulces mexicanos más importantes en la gastronomía nacional es el ate.
Ya sea solo o acompañado, el ate da un toque de dulzura único al paladar.
Se trata de una pasta suave y un poco gelatinosa que se elabora de frutas y azúcar en una de las tradiciones más arraigadas en la gastronomía nacional.
Sin embargo, pese a su gran popularidad en el país, el ate tuvo su origen en Medio Oriente para, posteriormente, llegar a la Península Ibérica.
Tiempo después, los musulmanes comenzaron su elaboración hasta que llegó a la Nueva España con los colonizadores.
El ate llegó a nuestro país como parte de la cocina conventual de España con las monjas Dominicas de Michoacán en el convento de Santa Rosa de Lima.
Las religiosas adaptaron las recetas tradicionales españolas del ate a los ingredientes locales que había en esta parte del mundo y, posteriormente, iniciaron su venta al público.
Con el paso de los años se perfeccionó la receta y, ante su popularidad, se adaptó a las cocinas familiares.
Este postre se elabora con frutas típicas de la región y de acuerdo con la temporada por lo que es común encontrarlo de manzana, guayaba, membrillo, pera, limón y fresa.
El llamado ate moreliano cuenta con denominación de origen y forma parte de una larga tradición de elaboración de dulces en Michoacán.
Con el paso del tiempo se convirtió en uno de los productos más importantes de la entidad y su fama se extendió a nivel nacional e internacional.
Actualmente, el sabor del ate es emblemático y da identidad a Morelia gracias al toque dulce que brinda a quienes lo degustan.