Científicos de la Universidad de Gante, en Bélgica, comprobaron que las heches y la orina de perro añaden cantidades importantes de fósforo y nitrógeno a los ecosistemas que pueden generar un impacto negativo.
La investigación se centró en cuatro reservas naturales de Gante, en el norte de Bélgica, donde se encontró que los perros aportan en promedio 11 kilos de nitrógeno y cinco kilos de fósforo por hectárea.
Esto implica una fertilización que hasta el momento se había ignorado pero que podría resultar perjudicial para la biodiversidad y el buen funcionamiento del ecosistema.
Los especialistas señalaron que la cantidad de nutrientes que los perros dejan con sus heces es siginificativa pero detallaron que nunca se había elaborado algún estudio que permitiera conocer este tipo de datos.
El estudio se basó en analizar el comportamiento de los perros en cuatro reservas de Gante en 418 momentos distintos a lo largo de 18 meses.
Así pudieron desarrollar modelos de varios escenarios en los que se analizaba el suelo cuando los dueños del perro recogían sus heces.
El análisis mostró que cuando los dueños levantaban las heces de sus mascotas, los niveles de nitrógeno disminuían más de 50% comparado con las regiones donde esto no sucedía.
En el caso de los niveles de fósforo se detectó que disminuyeron 97%.
Aunque se podría creer que la fertilización debe ser beneficioso para la naturaleza pues se convierte en abono para las plantas esto solo ocurre con las plantas que requieren de un mayor número de nutrientes.
Esto genera que las plantas que tienen más requerimientos de nutrientes expulsen del ecosistema a plantas más raras reduciendo la biodiversidad.